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Capítulo XVI. La aventura de los batanes

Iban don Quijote y Sancho conversando tranquilamente cuando Sancho miró a don Quijote y le dijo:

–Si alguien le pregunta quién es vuestra merced, le dirá que es el famoso don Quijote de la Mancha, también conocido como el Caballero de Triste Figura.

Don Quijote preguntó a Sancho por qué lo llamaba así.

–Yo se lo diré ―respondió Sancho―. Le he estado mirando y tiene vuestra merced la más mala figura que he visto. Debe de ser por el cansancio de los combates o por la falta de las muelas dientes.

–No es eso ―respondió don Quijote―. Será que al sabio autor de esta historia le habrá parecido bien ponerme algún nombre que me describa, como sucedía con otros caballeros en el pasado: uno se llamaba el de la Ardiente Espada; otro, el del Unicornio; otro, el de las Doncellas… Y así, digo que el sabio te ha puesto en la lengua y en el pensamiento el nombre de Caballero de la Triste Figura, como pienso llamarme desde hoy. Y para que me reconozcan mejor, haré pintar en mi escudo una triste figura.

–Pues yo digo ―dijo Sancho― que tiene tan mala cara por el hambre y la falta de muelas.

Al poco tiempo, llegaron a un espacioso y tranquilo valle donde se pararon a descansar sobe la hierba. Lo que más lamentaba Sancho era no tener vino ni agua que llevarse a la boca. Viendo que el prado estaba lleno de hierba, Sancho dijo:

–No es posible, señor, que no haya por aquí cerca de una fuente o un arroyo que dé humedad a estas hierbas. Será mejor que vayamos a buscar el agua que calme esta sed que es peor que el hambre.

A don Quijote le pareció bien y comenzaron a caminar sin ver por dónde andaban, porque la noche era muy oscura. Al poco tiempo, oyeron un gran ruido de agua y unos terribles golpes de hierros y cadenas.

Quiso don Quijote ir solo a buscar la aventura, pero Sancho, que estaba muerto de miedo, ató las patas a Rocinante para que no pudiera andar.

Don Quijote, creyendo que su caballo estaba encantado, decidió esperar a que fuese de día.

Sancho sintió ganas de desocupar su vientro y lo hizo allí mismo. Como don Quijote tenía buen olfato, enseguida le llegó el mal olor.

–Me parece, Sancho, que tienes mucho miedo.

–Sí tengo ―respondió Sancho―. Pero ¿en qué lo ha notado vuestra merced?

–En que ahora hueles, y no a perfume precisamente ―dijo don Quijote.

–Bien podría ser ―dijo Sancho―; pero yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me trae a oscuras por estos sitios desconocidos.

–Aléjate un poco, amigo ―dijo don Quijote―, y de ahora en adelante ten más cuidado con tu persona y más respeto hacia mí.

Con estas y otras cosas pasaron la noche. Al amanecer, cruzaron un bosquecillo de castaños y se encontraron una gran cascada de agua y, al lado de unas rocas, unas casas de donde salían los golpes que tanto los habían asustado.

Don Quijote se fue acercando y pensó con todo su corazón en su señora Dulcinea, suplicándole que le ayudara en la aventura que se acercaba. Se aproximó un poco más y descubrió la causa los ruidos: eran seis mazos de batán que con sus golpes alternativos producían aquel estruendo.

Cuando don Quijote vio lo que era, se quedó mudo y pasmado. Sancho empezó a reír con tantas ganas que contagió a don Quijote.

Esto animó a Sancho a seguir riendo, pero entonces don Quijote se enfadó y le dio unos buenos golpes en la espalda al escudero.

–Tranquilícese vuestra merced ―suplicó Sancho―, que no me estoy burlando.

–Ven aquí, señor alegre ―dijo don Quijote―, ¿crees que si en lugar de ser mazos de batán hubiera sido otra peligrosa aventura, yo no habría mostrado valor para llevarla a cabo? ¿Estoy yo obligado, siendo como soy caballero, a conocer y distinguir los ruidos y saber cuáles son de batán, o no? Y además, yo no los he visto en mi vida, y vos sí, como villano que sois, criado y nacido entre ellos. Si no, haced que estos seis mazos se convirtieran en seis gigantes y veréis cómo quedan cuando yo acabe con ellos.

–No hablemos más ―dijo Sancho―, que yo confieso que me he reído demasiado. Pero ¿verdad que ha sido cosa de risa, y de contar, el miedo que hemos pasado?

–No niego que no sea cosa de risa ―replicó don Quijote―, pero no de contarse, que muchas personas no saben ser discretas.

–En adelante ―dijo Sancho―, solo hablaré para manifestarle mi respeto como a mi amo y señor.

batán – сукновальная машина
pasmado – изумлённый
villano – деревенщина, из простонародья